12 Meses en un campo de refugiadxs en Grecia

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Familias momentos antes de abandonar el campo para irse a hoteles y casas. Campo de Nea Kavala. Febrero, 2017. Foto de Annabel Roda

7 meses son los que han pasado desde la primera vez que pise Grecia con el único objetivo de ser voluntaria en los campos de refugiados y poder actuar dentro de mis posibilidades, en esta mal llamada crisis de refugiados que, como escriben Natalia Morales y Héctor Romero (1) “esta crisis nos devuelve el reflejo de nuestra propia crisis de proyecto, de futuro, de sociedad”.

7 meses nadando a contracorriente en el campo de refugiados de Nea Kavala en el norte de Grecia, intentando dar dignidad, traer y crear comunidad a través de actividades dirigidas a niños, adultos y mujeres para que ocupen su tiempo, para que olviden por unas horas todos los pensamientos y recuerdos que cargan a la espalda.              

7 meses en los que se han creado lazos, amistades, compartido historias, ideas, conocido culturas, sufrido las carencias, padecido el asfixiante calor y el estremecedor frío, la impaciencia, la incertidumbre de no saber cuánto tiempo toca esperar más en ese dichoso lugar, cuántos días tendrían que pasar más para ver a sus madres, padres, hermanos, para volver a tener una vida.

12 meses han pasado ya para muchos desde que llegaron a una isla griega en un bote que era más bien, una cáscara de nuez y tuvieron la suerte contarlo. Muchos meses se han sucedido viviendo en tiendas de campaña, y más tarde en casetas de chapa, sin duchas, con una comida de supervivencia, con baños químicos compartido. Muchos días conviviendo y creándose una comunidad que en dos semanas está desapareciendo desde que ACNUR está enviando a la gente a hoteles y casas a lo largo y ancho del país heleno. Un fenómeno que está ocurriendo en otros campos y que parece que pone fin a esta pesadilla y a este limbo, pero la realidad es otra muy distinta. Es cierto, los refugiados van a vivir en casas bajo un techo digno y es algo que alegra. Una noticia esperanzadora si no fuese porque el aviso para mudarse se anuncia de un día para el otro casi sin poder despedirte de tus vecinos, de tus amigos, de aquéllos que te han acompañado durante estos meses y comenzar de nuevo en otro sitio.

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Campo de Nea Kavala, febrero 2017. Foto de Annabel Roda

Sería una noticia tranquilizadora si no fuese porque se van a otro lugar sin conocer a nadie, sin tener nada qué hacer en esas casas y hoteles aislados, porque abandonan el campo pero no Grecia. Les toca seguir esperando en esta ocasión sin la comunidad, arrebatándoles lo único que les quedaba. Una forma de seguir demostrándoles que no son dueños de su vida, de su destino, moviéndolos como muñequitos alargando su odisea, reduciéndolos a meros  aspirantes a conseguir un refugio en esa Europa que se vanagloria de ser la cuna de los derechos humanos.

7 meses a los que se van a sumar más, esperando que el campo se llene de nuevo con gente que retorna de Macedonia y de gente que está en las islas,  porque las fronteras están blindadas y la guerra no se ha detenido y las bombas continúan matando y la gente sigue jugándose la vida en una cáscara de nuez para llegar a esa isla de libertades e igualdad que prometía ser Europa.  La primera ronda de Nea Kavala se está agotando pero desgraciadamente, Nea Kavala no ha hecho más que comenzar.

Annabel

  • (1) Morales, N., & Romero, H. (2016). La crisis de los refugiados y los deberes de Europa. Barcelona : Cataráta.

Entrada publicada en el blog de Amigos de la Tierra Aragón

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