Por motivos no-personales, hemos necesitado volver a casa (nosotras que podemos). Y digo no-personales porque el cansancio físico, el desgarre emocional, la impotencia, la rabia, el resquebraje psicológico, la falta de fuerzas para continuar, a fin de cuentas, no son cuestiones personales; son cuestiones sociales y políticas.
Hace cuatro semanas aterrizaba en Madrid, y un mes después aún no soy capaz de poner(me) en orden. No sé si me ocupan más espacio en el cerebro todos los cambios a los que me estoy enfrentando, o la idea de que allí nada cambia, o al menos nada relevante cambia en la dirección en la que queremos que cambie. Nea Kavala sigue en el mismo lugar, el otoño es el mismo que hace un año, las líneas de containers siguen ahí, inamovibles. Ya no sale en la tele, ya no se comenta en los bares, ya no existe (aquí) pero no ha dejado de existir (allí).
Y nosotras estamos aquí, pero ellas siguen allí, y ni aquí ni allí podremos vivir mientras ellas sigan allí.
Ya no hay salida institucional a su situación, ya no salen aviones hacia Europa con un número ridículo de refugiadas, ya no hay una pequeña filtración legal en la frontera. Se acabó la reubicación, se acabó la posibilidad de escapar de Grecia. Atrapadas, más que nunca, sin futuro, menos que nunca. Esperar a que los meses que el gobierno griego les permite vivir en un campamento se agoten, y luego, ¿qué? Ésa fue la pregunta que se me pegó al cuerpo desde que decidí volver a casa, y que aún no consigo ni responder ni despegar.
Un mes y tres días, cuatro semanas y media, 33 días, 792 horas, no-se-cuántos minutos. En ese hueco temporal, la realidad en la que vivía se ha deshecho y una nueva (no)realidad me rodea: ciudades, aeropuertos, gente que va a trabajar, gente que va a desayunar al bar de siempre, gente que camina a casa, gente que queda en un parque, gente que va al supermercado, gente que estudia, gente que conduce, gente que hace cafés, gente que lee el periódico, gente que habla. Cuando pregunto, me dicen que allí todo está igual. No hay periódicos, no hay bares, no hay coches, no hay aeropuertos, no hay trabajo, no hay parques, no hay casas, no hay supermercados, no queda tampoco mucho de lo que hablar. Solo esperar a no se sabe qué. Y gente que sigue llegando.
Si tuviera que resumir, diría que nos hemos olvidado de ellas en el peor momento en el que nos podíamos olvidar.
A las que no os podéis/queréis/sabéis olvidar, o al menos no del todo, solamente deciros que ‘We Are Here’ también sigue allí, resistiendo. Nuevas voluntarias con energías renovadas, y algunas de las de siempre que parecen inagotables, y siempre inventado la forma de mantener a las personas que viven en Nea Kavala activas, despiertas, sobreviviendo y a veces, también sonriendo. Aquí podéis encontrar el link a la página de ‘We Are Here’ (en inglés), con toda la información sobre el proyecto y cómo hacer donaciones.
Facebook: We Are Here – Community Centre
Nosotras cerraremos la cuenta, y de momento vamos a invertir el dinero que nos queda en comprar y enviar libros en persa a la biblioteca de ‘We Are Here’.
Dejamos este blog abierto, porque nunca se sabe lo que necesitaremos escribir.
Isa (& Annabel)